sábado, 31 de julio de 2010

Don Pedro y Doña Inés

Don Pedro, hijo del rey Alfonso IV de Portugal y heredero del trono, se caso en segundas nupcias con Constanza Manuel. La boda se realizó por poderes y sólo cuatro años después la esposa llegó con su séquito a Lisboa (Portugal) para consumar el matrimonio. La ceremonia religiosa se celebra en la Catedral de Lisboa, oficiada por el propio Arzobispo. Pero el amor tiene sus propias reglas y Don Pedro se enamoró, pero no de su esposa, sino de una de sus asistentes, Dona Inés de Castro a la que describe con estas palabras “bellísima, de esbelto cuerpo, ojos claros y cuello de garza”.

Don Pedro y Doña Inés se aman, y eso los lleva a convertirse en amantes. Pero su secreto es un secreto a voces y el rey Alfonso IV al enterarse ordena desterrar a Doña Inés. Es así como ella llega a Alburquerque, buscando refugio en el castillo de esta pequeña localidad fronteriza, desde cuyas altas murallas se puede ver la tierra portuguesa.

Doña Constancia, la esposa legal de Don Pedro murió al dar a luz a su segundo hijo. Y esa fue la oportunidad de los amantes para legalizar su situación, y es lo que celebramos en Alburquerque.

Don Pedro acude al encuentro de Doña Inés para casarse con ella en secreto, y así convertirla no solo en la amada de su corazón sino también en la futura reina. Sabemos a ciencia cierta que el matrimonio tuvo lugar... pero no sabemos donde... y ese resquicio que la historia ha dejado a la imaginación es el que utiliza el pueblo de Alburquerque para poner en pie su Festival, pero también para celebrar que el amor tiene mucho que decir en la Historia.

Lo que si sabemos es que juntos se trasladaron a Coimbra a la Quinta de las Lágrimas y que allí nacieron sus cuatro hijos, los Infantes D. Alfonso (muerto aún niño), D. João, D. Dinis y Dª. Beatriz.

Pero el Rey Alfonso IV no estaba contento con esta solución, y aconsejado por Pedro Coelho, Alvaro Gonçalvez y Diego López Pacheco, consejeros reales, aprueba la ejecución, en la propia residencia, de Doña Inés. Los soldados del rey llegan a la casa de la pareja en Coimbra, y aprovechando la ausencia de D. Pedro, le dan muerte a la dama el 7 de Enero de 1355, en el jardín, en presencia de sus hijos e hija.

La historia no termina aquí, Don Pedro al saber lo ocurrido se revela contra el poder de su padre, y dice la leyenda que durante las batallas se cubría el rostro con un paño negro para que nadie lo viera llorar.

Pero los requerimientos de estado llevan a Pedro I a contraer un nuevo matrimonio, esta vez con Doña Teresa Lourenço, en 1356, un año después de la muerte de Doña Inés. Doña Teresa Lourenço dará a luz al que será João I.

Cuando Don Pedro llega al trono de Portugal, en 1357, manda ejecutar a los verdugos de Doña Inés, Coelho y Gonçalvez refugiados en Castilla, a los que dice la leyenda que arranco el corazón delante de sus hombres y ese hecho cruel le valió el sobrenombre de “el Justiciero”.

Y como su amor por Doña Inés seguía vivo, y por ello mandó exhumar los restos de su amada y la corono como reina, dándole sepultura en el Monasterio de Alcobaça, sede de la mayor iglesia portuguesa, donde mando colocar una escultura de su amada a tamaño real. Las indicaciones eran que a su muerte se realizara una talla en el mismo estilo para él y que fueran colocadas ambas pies contra pies, para que al despertar el día del Juicio Final, lo primero que viesen fuera sus rostros.

La última voluntad del rey no fue atendida, y aunque ambas sepulturas, de estilo gótico, se encuentran en el Monasterio de Alcobaça, no están lo bastante cerca como par que al despertar puedan mirarse a los ojos.

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